RAUL
SCALABRINI ORTIZ
14
de febrero de 1898 - 30 de mayo de 1959
EVOCACIÓN
EN EL ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO
Parte III
Por Juan Carlos Cena* para Arte y Cultura
10 de
marzo del 2018
1945
HASTA SU MUERTE
El
17 de octubre de 1945, Scalabrini forma parte de la multitud
que irrumpe en nuestra historia para iniciar una Argentina
nueva. Ese día, se convence de que esos hombres, a
los que llama "esos de nadie y sin nada", son los
que conducirán al país hacia su nuevo destino:
"...
Era el subsuelo de la patria sublevada. Era el cimiento básico
de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca
desnudez original... Eran los hombres que 'estaban solos y
esperaban', que iniciaban sus tareas de reivindicación".
Pocos meses después, Perón derrota en las urnas
a los viejos partidos representantes de una Argentina que
moría irremediablemente. Scalabrini acompaña
el proceso de la campaña electoral desde las columnas
del diario "Política" y mantiene estrecho
contacto con Perón, ya siendo éste presidente,
presenta entonces varios trabajos atinentes a la nacionalización
de los ferrocarriles, pero no acepta cargos en el gobierno.
Considera que su lugar está en el llano, opinando,
fiscalizando, apoyando, pero, después de tantos años
de oposición, no se considera un "hombre de construcción".
Una nación económicamente libre, socialmente
justa y políticamente soberana deja atrás, como
un triste recuerdo, a aquella colonia de los años treinta.
Las consignas lanzadas por FORJA, a veces casi con las mismas
palabras, son coreadas ahora por la multitud.
Pero
si bien Perón reconoce, en variadas oportunidades,
el aporte ideológico de Scalabrini, su gobierno no
le brinda el acceso a "los medios" para que
difunda su "pedagogía nacional".
La
burocracia peronista, por su parte, choca con este místico
de la política, contumaz crítico de toda desviación
o inconducta. Por ello se retrae de la vida pública
y se dedica a plantar álamos en las costas del Paraná.
No acepta cargo alguno de gobierno (le ofrecen la presidencia
de Ferrocarriles Argentinos), aunque apoya la obra de gobierno
peronista a través de libros y conferencias.
De
esa época afirma: "Hay muchos actos y no de
los menos trascendentales de la política interna y
externa del Gral. Perón que no serían aprobados
por el tribunal de ideas matrices que animaron a mi generación…
En el dinamómetro de la política esas transigencias
miden los grados de coacción de todo orden con que
actúan las fuerzas extranjeras en el amparo de sus
intereses y de sus conveniencias".
Y
agrega: "No debemos olvidar en ningún momento,
cualesquiera sean las diferencias de apreciación-que
las opciones que nos ofrece la vida política Argentina
son limitadas. No se trata de optar entre el Gral. Perón
y el Arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el
Gral. Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a
Perón fortifica a Pinedo, en cuanto él simboliza
un régimen político y económico de oprobio
y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento vivo del
país".
Por eso,
cuando le proponen participar en un golpe contra el gobierno,
rechaza la invitación. Por eso, también, es
uno de los primeros en alistarse en la "Resistencia",
en septiembre de 1955, a la caída de Perón.
El golpe militar del 16 de septiembre propicia el retorno
oligárquico. Ahora han vuelto los hombres de paja del
imperialismo, los mismos del los años treinta.
Otra
vez, los amigos de los ingleses, otra vez los personeros de
la oligarquía, otra vez los pactos claudicantes, de
nuevo los bancos privados, los tratados vergonzosos, las devaluaciones
para engordar las arcas de los ganaderos. Y de nuevo entonces,
piensa que hay que plantear como única y absoluta prioridad:
la Revolución Nacional. Todo parece volver hacia el
pasado y sus ideas se afirman en su vieja lucha. Desde "El
Líder", "De Frente" y "El Federalista"
se constituye en crítico implacable. Como le había
dicho a Leopoldo Marechal pocos días después
de la caída de Perón: "Hay que empezar
a hacer todo de nuevo, todo otra vez". Cerrados
estos periódicos, escribirá desde mediados de
1956 en la revista "Qué".
La Revolución
Nacional, por sobre todo, piensa Scalabrini, y así,
redobla sus esfuerzos para romper el continuismo. Junto a
Jauretche, son de los primeros en vislumbrar la posibilidad
de un acuerdo con la U.C.R.I. y con Arturo Frondizi y coinciden
en esta posición proclive a una salida pacífica,
de transición, con el coronel Domingo A. Mercante,
exiliado en Montevideo.
Scalabrini,
a partir de junio de 1956, comienza a escribir en QUE, revista
semanal dirigida por Rogelio Frigerio (generación XIª).
Esa posición lo lleva a colaborar con Frondizi y Frigerio
entendiendo que debe usar a "Qué" como vocero
de sus ideas, más allá de sus diferencias que
pueda tener con los teóricos de la burguesía
nacional.
Todo el
año 1957 Scalabrini ataca semana a semana las medidas
retrógradas y pro imperialistas del gobierno dictatorial.
Puede decirse que a través suyo se expresa la Argentina
auténtica que se niega a volver al pasado.
El 23 de febrero de 1958 el Frente Nacional, que lleva a Arturo
Frondizi para presidente, aplasta a la reacción en
las urnas, pero la entrega del poder es condicionada. Por
eso, entiende que debe seguir apoyando, aún disintiendo,
en muchos aspectos, con el gobierno de Frondizi. Por eso también
acepta la dirección de la revista "Qué",
convertida ahora en revista oficialista.
El 31
de diciembre de 1957, desde Caracas, Perón le envía
una carta donde le pide que encabece la formación de
un movimiento de intelectuales para luchar contra la oligarquía.
En un párrafo le dice textualmente: "A usted le
cabe el honor del precursor, el formador de una promoción
que alimentó a la Revolución Nacional ".
Ya en
el gobierno Frondizi -catapultado por el acuerdo con Perón-,
Scalabrini al igual que Arturo Jauretche se desengañan
muy pronto de su orientación económica, especialmente
por los contratos petroleros firmados con compañías
norteamericanas.
Al renunciar
a la dirección de la revista QUE, en su último
artículo del 5 de agosto de 1958 explica las razones
de su alejamiento, dos semanas después del anuncio
de la "Batalla del Petróleo" por el Dr. Arturo
Frondizi. Escribe entonces un artículo titulado "Aplicar
al petróleo la experiencia ferroviaria" y deja
constancia de su disentimiento con los contratos, en especial
con lo pactado con la Banca Loeb.
No desea, sin embargo, romper frontalmente con el gobierno
cuando éste se encuentra jaqueado por los denominados
gorilas y prefiere irse calladamente. Por otra parte, ya está
preso de un cáncer que lo llevará a la muerte
pocos meses después.
Desde
esa separación, ya no actúa públicamente
pero sus amigos y sus familiares saben que una tristeza lo
domina por la traición del frondizismo.
El 31 de diciembre de 1958, Frondizi anuncia la adhesión
de la Argentina al Fondo Monetario Internacional (FMI) y en
enero de 1959 se abraza con los banqueros de Wall Street;
mientras los tanques derrumban las verjas del Frigorífico
Municipal (en la actual Ciudad de Buenos Aires) para sofocar
a los obreros en huelga.
Pero Scalabrini
Ortiz ya nada puede decir, está vencido por la enfermedad
y después de un período de postración,
fallece el 30 de mayo de 1959.
En
el cementerio, Arturo Jauretche recuerda que Scalabrini fue
el maestro, el que les permitió pasar del antiimperialismo
abstracto al antiimperialismo concreto, descubriendo la verdadera
realidad Argentina, como paso previo al intento de transformarla.
Por eso concluye su despedida con estas palabras: "Raul
Scalabrini Ortiz …..Tú sabes que somos vencedores…
vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos
han tomado de lo argentino. Por eso, hemos venido, más
que a despedirte, a decirte: ¡Gracias, Hermano!".